
El fin principal de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X es la formación de buenos sacerdotes y la santificación de los sacerdotes, puesto que la Iglesia no puede ser renovada sin santos sacerdotes. Ya que desde el Concilio Vaticano II, muchos sacerdotes y obispos no sólo no predican más la fe católica entera, sino que la disminuyen o incluso la falsean, la Fraternidad considera como una de sus tareas más importantes la de mantener la fe tradicional y transmitirla a las futuras generaciones.
Renovación del Sacerdocio
“El Objetivo de la Fraternidad es el sacerdocio con todo lo que implica”. Es así como los estatutos de la FSSPX lo definen, según la voluntad de su fundador. El sacerdote tiene un lugar central en la economía de la salvación, ya que celebra el Santo Sacrificio de la Misa y proporciona a los fieles los sacramentos por los cuales, las gracias de la redención merecidas por Cristo en la cruz recaen sobre nosotros. La experiencia muestra que sacerdotes buenos y santos entusiasman a los hombres por la fe y pueden conducirlos hacia una vida católica llena de celo. Por el contrario, los padres tibios e indiferentes a menudo son la causa de grandes escándalos y del declive de la Iglesia. (ver también la entrada “sacerdocio” en el menú).
Crisis de fe
Debido a su fidelidad a la tradición de la Iglesia, la Fraternidad encuentra a menudo resistencia. Pero, aunque las reformas del reciente concilio sean alabadas en el mundo en todo aspecto, es, sin embargo, un hecho que el Concilio Vaticano II precipitó a la Iglesia Católica hacía una crisis sin precedente.
“El humo de Satanás entró por alguna grieta en el templo de Dios”, es esta la queja que el Papa Pablo VI hizo al respecto el 29 de junio de 1972; y el Papa Benedicto XVI escribió en su carta a los obispos del mundo del 10 de marzo del 2009, que “en vastas regiones de la tierra la fe está en peligro de extinguirse tal como una llama que no encuentra ya su alimento”
El declive de la Iglesia fue causado por una crisis de la fe predicada y enseñada incluso desde lo alto de las mismas cátedras católicas. No hay ahora ningún artículo del credo que no sea cuestionado por ciertos sacerdotes, profesores y hasta por obispos católicos; ya sea la Divinidad de Cristo, la Redención del mundo por su muerte en la cruz, su Resurrección o la fundación de la Iglesia.
Testigo de la Tradición Católica
La Fraternidad, por el contrario, guarda la fe constante de la Iglesia. No dispensa ninguna enseñanza propia, sino que vive de la fe que impregnó numerosas generaciones de católicos y que permanece todavía válida hoy en día. Se conforma al Magisterio constante de la Iglesia, que se expresó en los concilios y en las encíclicas papales y según el cual el Concilio Vaticano II y los Papas posteriores también deben ser evaluados, ya que lo que era cierto hasta 1965 no puede de repente convertirse en falsa.
Los sacerdotes de la Fraternidad enseñan que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre y que nos ha redimido a través de sus sufrimientos. Ellos celebran la Santa Misa, en la que Cristo se ofrece y se hace realmente presente bajo las especies del pan y vino y dan a los fieles el verdadero cuerpo de Cristo en la Santa Comunión. Proporcionan también a los creyentes los otros sacramentos, por los cuales los pecados son redimidos, y las gracias otorgadas para tener una vida y muerte cristianas.
La Fraternidad cree que Cristo fundó una sola Iglesia y que por lo tanto la fe católica no es una invención de los hombres, sino que fue revelada por Dios mismo.
Además, la Fraternidad cree firmemente que el hombre es llamado por Dios hacia la vida eterna pero que también existe un infierno eterno para los que mueren alejados de Dios por el pecado mortal. Lo que el hombre pueda creer y la religión a la que pertenece no es pues algo indiferente.
La fe transforma la vida
No hay noticia más alentadora que la que dice que Dios se hizo hombre y que murió en la cruz por amor a nosotros. La fe católica da así a la vida humana un sentido y una finalidad. Muestra el camino que conduce a este fin y da el medio para seguirlo.
La Fraternidad es un vivo testigo del hecho de que la fe puede entusiasmar a los hombres incluso hoy en día. Mientras que la Iglesia oficial cierra los edificios religiosos, en la Fraternidad se construyen por todo el mundo nuevas iglesias, escuelas y seminarios. Sus capillas se llenan de creyentes de todas las edades cada domingo, entre los cuales se encuentran muchos jóvenes y familias.
Muchos cristianos han reencontrado, gracias a ella, una buena vida cristiana, y con eso la paz interior y la alegría. Ellos mismos se vuelven apóstoles que dan testimonio de la fe católica en la vida diaria y, por sus oraciones, sacrificios y su ejemplo, conducen a otros hacía la fe.