El estado de necesidad

Fuente: Distrito de América del Sur

La "Operación Supervivencia" de la Tradición.

El estado de necesidad en la Iglesia continúa y el combate llevado por la FSSPX sigue siendo absolutamente necesario para el bien de las almas. Hemos actualizado el presente artículo del padre Jean-Michel Gleize, escrito en 2008, con las consideraciones del padre Jean-Michel Gomis acerca de una conferencia del Cardenal Kasper sobre el Concilio Vaticano II y el papa Francisco del año 2015.

En una carta ‒fechada el 8 de julio de 1987‒ que dirigió a Monseñor Lefebvre, el Cardenal Ratzinger escribió:

Una voluntad permanente de destrucción de la Tradición es una voluntad suicida que autoriza, por su mismo hecho, a los verdaderos y fieles católicos a tomar todas las iniciativas necesarias para la supervivencia y salvación de las almas.

Y el día de las consagraciones, el 30 de junio de 1988, Monseñor reiteraba esta comprobación para concluir en la legitimidad de las consagraciones episcopales:

Nos encontramos —explicaba— en un caso de necesidad (…) A través de esas conversaciones intentamos por todos los medios hacer comprender a Roma que, desde el Concilio, este aggiornamento, este cambio que se produjo en la Iglesia, no es católico, no condice con la doctrina de siempre de la Iglesia; este ecumenismo y todos esos errores, esa colegialidad, todo ello es contrario a la fe de la Iglesia y está destruyendo la Iglesia. Esa es la razón que se nos persuade de que al hacer hoy esta consagración, obedecemos a la voz de estos Papas (anteriores al Vaticano II), y por tanto, a la voz de Dios, ya que ellos son los representantes de Nuestro Señor Jesucristo en la Iglesia.

Lo que explica la actitud de Monseñor Lefebvre y de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X no es, pues, antes que nada un apego personal a la Misa en latín, a la sotana, a la teología, a la liturgia y a la disciplina eclesiástica anterior. Si el motivo de nuestro combate no fuese más que ese compromiso personal, hubiésemos debido aceptar ya desde hace tiempo (como lo hicieron los sacerdotes de Campos) la mano extendida por el Cardenal Castrillón Hoyos, que se esfuerza por corresponder a la sensibilidad de los fieles tradicionales.

Pero la Fraternidad San Pío X no es un refugio de almas sensibles y nostálgicas. Es una obra de resistencia católica identificada absolutamente con la actitud de los Macabeos. Es una resistencia que se explica por el estado de necesidad: este estado de necesidad para los verdaderos y fieles católicos es tomar todas las iniciativas necesarias para la supervivencia y salvación de las almas. Dada la importancia de lo que está en juego, intentemos comprender un poco más los motivos profundos de esta resistencia a la luz de esta razón invocada por Monseñor Lefebvre.

El estado de necesidad es una situación en la que, si se sigue obedeciendo a la autoridad, uno se desvía del fin al cual se supone que la autoridad debe conducirnos; porque precisamente, quien detenta la autoridad en la sociedad ya no ejerce esta autoridad de modo que alcance el bien de la sociedad: es infiel a su función y abusa de su poder. Como apunta el Cardenal Cayetano: el Papa puede negarse a actuar de acuerdo a lo que exige la función de Papa. Desgraciadamente, eso es posible: los hombres pueden ejercer su autoridad (en la sociedad civil o en la Iglesia) en detrimento del bien común. Eso corresponde exactamente a lo que se llama tiranía: el tirano es el que utiliza su autoridad contra el objetivo para el cual la recibió; en vez de favorecer el bien común, el tirano favorece su bien personal.

Es claro que desde el Concilio Vaticano II la Iglesia se encuentra en esa situación. El bien común de la Iglesia es la transmisión de la fe católica, es decir, la Tradición. Si el Papa recibió de Cristo una autoridad, fue solamente para conservar la Tradición. Ahora bien, nos vemos obligados a comprobar que desde Juan XXIII y Pablo VI los Papas ya no guardan la Tradición. En vez de seguir transmitiendo el depósito de la fe al igual que lo hicieron sus antecesores desde hace dos mil años, se dedicaron a imponer a los fieles sus ideas personales, sus invenciones teológicas, que son absolutamente contrarias a todo lo que Nuestro Señor enseñó. Desde 1965 estos Papas nos impusieron un nuevo Credo con tres artículos: la libertad religiosa, el ecumenismo y la colegialidad. Y desde 1969 nos impusieron también una nueva liturgia con la nueva misa (la “misa de Lutero”) y los nuevos sacramentos.

Estos Papas se comportaron, pues, como verdaderos tiranos: en vez de defender la fe, impusieron los graves errores del neo-modernismo, las herejías ya condenadas por sus antecesores. Ante esta tiranía, la Iglesia debe reaccionar sacudiendo el yugo injusto. Hay un estado de necesidad que torna legítima la resistencia: es esta resistencia lo que explica la obra de Monseñor Lefebvre y de la Fraternidad San Pío X.

Monseñor Lefebvre se dio cuenta perfectamente de que estaba ante un dilema: o capitular ante la tiranía bajo pretexto de obedecer, o resistir a la tiranía rechazando una falsa obediencia:

Si este gobierno (el de la Iglesia conciliar) abandona su función y se vuelve contra la fe, ¿qué es lo que debemos hacer? ¿Permanecer unidos al gobierno o unidos a la fe? Podemos elegir. ¿La fe es lo principal? ¿El gobierno es lo principal? Estamos ante un dilema y nos vemos obligados a hacer una elección.1

Esa elección tuvo lugar y la defensa de la fe triunfó sobre la falsa obediencia:

No desafiamos la autoridad del Papa, sino lo que hace. Le reconocemos al Papa su autoridad, pero cuando la utiliza para hacer lo contrario de aquello por lo cual le fue dada, es claro que no puede ser secundado.2

Estas palabras son de hace veinte años [ventinueve años a la actualidad].3 En la actualidad todo depende aún de este estado de necesidad. Si se admite que ya no existe, entonces es necesario cesar con una resistencia que no tiene más razón de ser, es necesario firmar acuerdos con Roma y “volver a entrar” en la comunión de la Iglesia: es lo que hicieron los sacerdotes de Campos y los del Instituto del Buen Pastor. Pero si los ojos se mantienen abiertos, se advierte que el estado de necesidad sigue existiendo, y es por eso que es necesario seguir con la resistencia. Así como en junio de 1988 Monseñor Lefebvre habría consumado una “Operación suicidio” renunciando consagrar a los cuatro Obispos, así también cerrar hoy acuerdos con Roma ‒en circunstancias que no cambiaron, puesto que los mismos errores infectan a las autoridades romanas‒ sería un suicidio. Y es lo que afirma el Superior General de la Fraternidad San Pío X, Monseñor Fellay.4

[Hasta aquí el padre Gleize habló del estado de necesidad en General. Más abajo, demostrará cómo dicho estado de necesidad continuó durante el tiempo del papa Benedicto XVI. Tomaremos algunas citas de dicha parte del artículo que nos servirán para unir los hechos con la situación actual de la Iglesia bajo el pontificado del papa Francisco]

Las circunstancias no cambiaron, ya que el Papa Benedicto XVI continúa predicando los errores del Concilio Vaticano II. Cuando su elección, es seguro que muchos se congratularon precipitadamente al ver a un Papa conservador, que iba finalmente a concretar la marcha atrás. Pero recordemos los años 1979-1981, ocho años antes de la excomunión de julio de 1988… Juan Pablo II, recientemente elegido, suscitaba también el entusiasmo de las fuerzas conservadoras de la Iglesia. Según los rumores que circulaban por doquier, iba a ser el Papa de la vuelta a la sana doctrina de la Iglesia, el Papa que iba a corregir el Concilio Vaticano II a la luz de la Tradición. Pero dos años más tarde cayó sobre ellos un balde de agua fría, cuando se vio al Papa ir casi como un peregrino a la tumba de Lutero; a esto siguió la visita a la sinagoga de Roma, y finalmente el escándalo de Asís.

Benedicto XVI mostró lo que era mucho más rápidamente, disipando algunas ilusiones que podría haber creado su fama de teólogo conservador. Fue elegido hace apenas tres años [al año 2008],5 y cuando se analiza el camino recorrido, se puede decir que va a la zaga de Juan Pablo II. Además, uno puede ceñirse a las afirmaciones que hizo al poco tiempo de ser elegido en una entrevista que le hiciera la televisión polaca el 16 de octubre de 2005:

Pienso que mi misión esencial es la de hacer que estos documentos (de Juan Pablo II) sean asimilados, ya que constituyen un tesoro muy rico, son la auténtica interpretación del Vaticano II. Sabemos que el Papa era un hombre del Concilio, que había asimilado internamente el espíritu y la letra del Concilio, y a través de estos textos nos hace entender realmente lo que quería y lo que no quería el Concilio.

  • 1Monseñor Marcel Lefebvre: Homilía en Ecône de la Misa Crismal del Jueves Santo, del 27 de marzo de 1986.
  • 2“Fideliter” nº 66, septiembre de 1988, págs. 27-31.
  • 3El presente artículo fue escrito en 2008 (N. del E.)
  • 4Monseñor Bernard Fellay: “Carta a los amigos y benefactores nº 72”, abril de 2008.
  • 5El artículo transcripto es de 2008 (N. del E.)

Francisco I en la clausura de la reunión de Asís de 2016

El papa Francisco

[A continuación, para mostrar la actualidad del artículo del padre Gleize, citamos en extenso el final del artículo del padre Jean-Michel Gomis que analiza la conferencia dada por el Cardenal Walter Kasper en el seminario de Buenos Aires con ocasión del 50° aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II]

Con la llegada del Papa Francisco, la renovación deseada por Walter Kasper entró en una nueva etapa:

El papa Francisco quiere recuperar muchas ideas que se quedaron por el camino o que han sido olvidadas o reprimidas. Con él, el proceso de recepción del Vaticano II ha entrado en una nueva fase. Él se toma en serio que la Iglesia necesita siempre de renovación y reforma”. “La exhortación apostólica «Evangelii gaudium» (2013) presenta detalladamente el programa de renovación.

Y resume a continuación los aspectos más importantes del programa del actual Pontífice:

1. Una reforma radical, tanto de las instituciones como de la mentalidad. 

En ello, la reforma de la Curia es sólo un aspecto, y no el más importante. El papa Francisco lo afirma una y otra vez: una reforma de las instituciones sin una reforma de la mentalidad o, como él dice, sin una conversión profunda y verdadera de la pastoral, el episcopado y el papado, sería un desatino.

2. Una reforma en la línea del Concilio Vaticano II, radicada en la “misericordia”.

El cimiento sólido sobre el que el papa quiere construir es el Concilio Vaticano II y la doctrina de la Iglesia que subyace al concilio. Le interesa la continuidad, sí, pero la continuidad de la reforma. Quiere revivir y desarrollar la puesta en marcha que significó el concilio. Para él, el fundamento es la alegría del Evangelio. Su enfoque no es liberal ni conservador, sino evangélicamente radical, en el sentido originario de la palabra. Él va hasta la raíz (radix). La buena nueva de la misericordia infinita es, para él, el centro del Evangelio. Debe convertirse en viga maestra de la vida en la Iglesia y en ayuda para entender la doctrina y la moral eclesiásticas. Con este mensaje, el papa ha conmovido el corazón de numerosas personas. Pues ¿quién de nosotros no necesita de la misericordia?

El Superior General de la Fraternidad San Pío X, en su Carta a los amigos y benefactores nº 84, ha mostrado que el concepto de misericordia mencionado por Kasper no coincide con la verdadera misericordia evangélica, que busca la conversión del pecador, sino con una misericordia truncada y falsa, que conforta al pecador en su vicio.

3. Una reforma guiada por la teología de la liberación, en su forma argentina.

Totalmente en el sentido de la teología argentina, para el papa Francisco el primer plano lo ocupa la Iglesia como pueblo de Dios en camino. Con ello vuelve a hacer valer muchos motivos no agotados en el posconcilio, en ocasiones incluso reprimidos: el sensus fidei de todos los creyentes, la importancia de las Iglesias locales dentro de la Iglesia una, la estructura colegial y sinodal de la Iglesia, el diálogo ecuménico e interreligioso. Lo que quiere el papa Francisco es una Iglesia en misión permanente, una Iglesia en salida hacia las periferias, que se vuelque con misericordia en especial hacia los pobres, los desfavorecidos, los olvidados.

Ante tal espíritu pluralista e inclusivo nos podemos preguntar: ¿En qué quedará la unidad de fe, de culto y de gobierno de la Iglesia? El Cardenal nos respondería que esto ya no es de actualidad…

4. Una atención especial a los pobres y a la ecología.

En esto perfecciona el Concilio: el papa Francisco quiere una Iglesia pobre para los pobres. El concilio no olvidó el problema de la pobreza en el mundo, pero este asunto no centró la atención tanto como deseaban algunos obispos latinoamericanos, por ejemplo Hélder Cámara y Aloísio Lorscheider, o Giacomo Lercaro, cardenal de Bolonia, y otros obispos. El papa Francisco ha vuelto a colocar este objetivo en el orden del día. A través de él, la Iglesia ha redescubierto su lenguaje profético. En la encíclica «Laudato si» se han añadido como preocupaciones importantes la conservación de la creación y la exigencia de una ecología humana. El papa quiere un mundo en el que los seres humanos puedan vivir justa y misericordiosamente con dignidad y en armonía.

Sobre la “opción preferencial por los pobres” se requeriría un estudio especial. Notemos de paso que no se trata esencialmente de la práctica de las obras de misericordia espirituales y corporales, tal como las encomendó Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, sino de un encuentro misterioso con Cristo presente en los pobres, quien nos evangeliza por medio de ellos.1 Esta opción preferencial por los pobres se traducirá con facilidad por un mensaje de tendencia socialista, tal como lo comprobamos en los actuales discursos del Papa.

Hacia la Iglesia del tercer milenio

Al concluir su conferencia y su descripción entusiasta del programa del pontificado actual, el Cardenal Kasper mira con esperanza hacia el futuro:

El concilio Vaticano II fue una obra del Espíritu Santo, un regalo para la Iglesia, un regalo para ser comunicado. Puso en marcha una dinámica, que ahora el papa Francisco ha vuelto a desencadenar. El impresionante programa que ha planteado no se puede implementar en el breve intervalo de un único pontificado. El papa Francisco lo sabe. No apuesta por posiciones, sino por procesos que él mismo inicia. Así, la dinámica conciliar seguirá teniendo en vilo a nuestro siglo XXI e impregnando la forma de la Iglesia en el tercer milenio.

Para Kasper, la reforma emprendida por el Papa Francisco tendrá un alcance inmenso y dará su configuración a la Iglesia del tercer milenio. Después de dos años y medio de pontificado [al año 2015], ya podemos formarnos alguna idea de esta Iglesia del futuro, tal como la desean el Papa actual y su Cardenal teólogo: una iglesia cultural y doctrinalmente pluralista, en cambio permanente, con un mensaje de sabor socialista, ecologista y ecumenista. En otros términos: una iglesia según los ideales masónicos, colaboradora del Nuevo Orden Mundial. La revolución liberal del Concilio Vaticano II está llegando a sus últimas consecuencias. 

Conclusión

El estado de necesidad permanece más que nunca...  y si la persistencia de esta crisis nos parece larga, recordemos las palabras del Santo Evangelio: En vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.2 ¿Acaso la santa perseverancia no implica precisamente una cierta extensión de tiempo? (Padre Gleize, El estado de necesidad, conclusión.)

Ante tal espíritu evolucionista y liberal, nuestra mirada debe, más que nunca, dirigirse hacia la Virgen María. Fuerte como un ejército en orden de batalla, vencedora de todas las herejías, ella es nuestra esperanza. Cuando quiera y como quiera, ella remediará esta terrible crisis que afecta a la Iglesia de hoy, curando el veneno modernista por medio de la Verdad eterna e inmutable, que no es otra que su Divino Hijo: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.3  (Padre Gomis, El Concilio Vaticano II: intención, recepción y futuro, conclusión.)

  • 1“(…) quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en

    ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (“Evangelii Gaudium”, nº 198).
  • 2San Lucas, 21, 19
  • 3Hebreos, 13, 8