Encuentro de Jóvenes 2025 - Presentación

Encuentro de jóvenes 2025 - 14 al 16 de junio
Defended las tradiciones que habéis recibido” (2 Tes. 2, 15)
¿Puedes dar razón de tu fe? ¿Lefebvrista o católico?
En los primeros años que siguieron el Concilio, después de semejante hecatombe, muchos fieles aturdidos no sabían qué pensar o qué hacer. “¿Quién podría negar que los católicos de este final del siglo XX están perplejos?”, decía nuestro venerado fundador en su libro “Carta abierta a los católicos perplejos”.
En estos años tan confusos luego después del Concilio Vaticano II, Monseñor Lefebvre, con una visión muy clara logró discernir con lucidez y a la vez simplicidad el error, la herejía; logró con fortaleza y mansedumbre seguir el camino recto, guardar la fe. Fue atacado, perseguido, calumniado, tachado de “desobediente, obstinado, cismático, etc”. Se podría llegar a entender que los católicos, en aquel momento, lo vieran de ese modo, al venirle el ataque de las más altas autoridades de la Iglesia.
Hoy, después de poco más de sesenta años, es moralmente imposible, para cualquier persona de buena fe, no ver la santidad de Monseñor Lefebvre. Pueden estar en desacuerdo con algunas de sus afirmaciones o acciones, pero no pueden dejar de reconocer, si tienen un mínimo de honestidad intelectual, que actuó con un equilibrio admirable, con un juicio certero, y con una visión clarividente. Los hechos que ocurrieron desde entonces en la Iglesia le dan la razón. Basta abrir los ojos y comprobar que la Iglesia pasa por una crisis profundísima, y una crisis de fe, una crisis sin precedentes. Ya lo dijeron los cardenales Ottaviani y Bacci en su “Breve examen crítico”: “Las recientes reformas han demostrado suficientemente que nuevos cambios en la liturgia no podrán hacerse sin llevar a la desorientación más total a los fieles que ya manifiestan que les resultan insoportables y disminuyen incontestablemente su fe”.
En efecto, no podemos dejar de comprobar y ver que solamente por una guía muy especial e inspiración del Espíritu Santo pudo nuestro amado fundador actuar de esta manera. Sin él, nadie lo puede negar, ya se hubiera erradicado e extinguido por completo la Misa de siempre, la Misa católica, el sacerdocio católico, la enseñanza íntegra de la fe católica. ¡Qué gratitud inmensa nos debe embargar frente a su heroísmo, frente a su inmolación, frente a la entrega total de toda su vida, de su sacerdocio, de su episcopado, para salvar a la Iglesia! ¡Y a la vez qué mansedumbre, qué serenidad frente a semejante tormenta! (In fide et lenitate ipsius sanctum fecit illum (Ecl. 45, 4): “En su fe y su mansedumbre lo hizo santo”).
Esta crisis profundísima causó un evidente estado de necesidad en la Iglesia, como en un gran incendio, en el cual la salvación de los que están en peligro inminente de morir quemados pasa por encima de las reglas ordinarias (y necesarias) que se deberían cumplir en tiempos normales.
Sin embargo, tal vez por escrúpulos, por no lograr dimensionar la profundidad y peligro de la crisis, tal vez por cierto legalismo, o por diversos motivos que no entramos a juzgar, persisten en ciertas almas dudas: “¿Qué pasa con la obediencia? ¿Qué actitud tener, cómo reaccionar frente a esa situación terrible?”. Nos objetan: “Ustedes están fuera de la Iglesia, tienen que luchar desde adentro, no de afuera, no tienen un status canónico, ustedes no obedecen al Papa, ustedes eligen qué magisterio seguir, pueden haber aquí o allá algunos abusos, pero eso no hace mala la misa nueva, que es buena en sí misma, etc. etc.”.
Sí, todavía hay quienes logran formular tales objeciones, y muchos fieles caen en la tentación de quedar en la mitad del camino, en la línea que está en el medio de un falso dilema. Y, con esta actitud, atacan ciertos errores, pero se ven obligados a aceptar otros, denuncian con fuerza ciertos abusos, pero callan u omiten otros tal vez peores. Ya no es la profesión íntegra de la fe, es un pacto, un compromiso con el enemigo: “defendamos la fe, pero no tanto, no exageremos…”.
Nuestros fieles, en su gran mayoría, entienden la profundidad de la crisis, entienden que se trata de una crisis de fe, entienden que hay un real estado de necesidad, entienden la necesidad de defender la fe, guardar la Tradición, aun a costa de ser atacados, calumniados, perseguidos. Pero, tal vez, no logran enunciar de manera más racional e intelectual las razones, no logran explicar y rebatir con más fundamento.
Es por eso que elegimos como objeto de este próximo Encuentro de jóvenes este tema tan actual y tan importante. Nos dice San Pedro, el primer Papa, la Piedra en la que fundó nuestro Señor nuestra santa Iglesia: “Dominum autem Christum sanctificate in cordibus vestris, parati semper ad satisfactionem omni poscenti vos rationem de ea, quae in vobis est, spe.”: “Honrad a Cristo Señor en vuestros corazones. Estad siempre preparados a responder a todo el que os pida razón de la esperanza que está en vosotros”. (I Pedro 3, 15).
Además de una excelente y privilegiada ocasión de formar lazos de profundas y verdaderas amistades, el Encuentro de jóvenes es una ayuda de formación muy necesaria para todos nosotros. Sabemos que para muchos representa un gran esfuerzo en varios sentidos, pero vale muchísimo la pena. ¡No dejen de venir! ¡Los esperamos todos del 14 al 16 de junio, en Córdoba, para el Encuentro de jóvenes 2025!

Conferencias del Encuentro de Jóvenes 2025