Sermón en las fiestas patronales de la iglesia Nuestra Señora de la Soledad
R.P. Joaquín Cortés, Prior de Mendoza.
Transcribimos el sermón predicado por el padre Prior del Priorato San José de Godoy Cruz, Mendoza, Argentina, con motivo de la misa solemne celebrada en las fiestas patronales de la iglesia Nuestra Señora de la Soledad.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Con gran alegría, queridos fieles, celebramos hoy a nuestra patrona, la Virgen de la Soledad, patrona de esta Iglesia. Nuestra fiesta patronal es la fiesta de la Parroquia y vaya si conviene celebrar nuestra fiesta patronal.
Somos católicos. Como católicos somos parte, somos miembros de un cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo, el gran Cuerpo Místico de nuestro Señor que es la Iglesia. Por esa pertenencia, es decir, por ser parte de Cristo, parte de la Iglesia, por ser miembros, es que recibimos la gracia, recibimos la vida de Dios y todos los bienes espirituales. Todos los bienes por esa conexión.
Pero esa pertenencia se tiene que hacer real, y por eso existía la pertenencia a una Diócesis, cuando eran católicas, y dentro de esa Diócesis a una Parroquia, y así se estructuraba todo el cuerpo de Cristo, el Cuerpo Místico, en el territorio. Así el Papa era el que sostenía y confirmaba en la fe a la cristiandad entera, Pastor Universal. Los obispos confirmaban a los pueblos, las naciones. Los Prioratos, las Parroquias, podemos decir, confirmaban a las familias y los sacerdotes a las almas. Viene la crisis, crisis espantosa, todo se desmorona, y esa estructura queda seca. Los fieles católicos que entendieron lo que sucedía, se vieron obligados a desvincularse de esa estructura, de las Parroquias, de sus propias Parroquias. Y es tremendo, ustedes lo saben. Quizás tienen una Parroquia a media cuadra y no pueden ir. Porque las ovejas para vivir debieron dejar de seguir a los pastores. Y Monseñor Lefebvre, que veía tan claramente ese problema, decía:
Puesto que estamos rodeados de enemigos, no podemos más ir en casa de quienes ya no tienen nuestra fe – palabras de monseñor – quienes dan catecismos que no son más verdaderos catecismos, que no enseñan más la fe verdadera.
No podemos más ir a esas Parroquias. Para salvar la fe tuvimos que dejar nuestra pertenencia a las Parroquias. Esos fieles son los que buscaban entonces la buena misa, la buena liturgia, los verdaderos sacramentos. Y fueron allí donde estaban. Y es así que nuestra congregación la FSSPX tuvo y tiene una función que llamamos “supletoria”. Es decir, acudimos, claro, en auxilio y en provecho de los fieles, de las personas, pero de aquellos que piden ayuda. Porque los sacerdotes que tendrían que ocuparse de ellos, de ustedes, del bien de sus almas, no lo hacen. Por eso, la atención de la fraternidad, decía Monseñor, se dirige principalmente a los fieles que piden su ayuda espiritual de modo real, de modo concreto. Sin esa petición, los sacerdotes no tendríamos la función definida. Pero al acudir, entonces, en auxilio de esas almas que quedaron sin pastor, lo hacemos a modo de las antiguas Parroquias. Siempre los sacerdotes, siempre los misioneros, siempre la Iglesia funcionó así. A modo parroquial.
Seguía diciendo monseñor:
Estamos ahora en una situación tal que debemos proteger nuestra fe y para eso debemos permanecer fieles a la tradición, por tanto, fieles a estos lugares, a los prioratos, a estos sacerdotes que dan los sacramentos según la buena tradición de la iglesia. Que nuestras capillas entonces sean en adelante, nuestras Parroquias. Es en ellas que nos santificamos.
Y Pío XII explica qué es una Parroquia:
Bajo la autoridad del sacerdote responsable la Parroquia es en la Iglesia la primera comunidad de vida cristiana ajustada humanamente, de tal modo que el pastor pueda conocer a su rebaño y el rebaño a su pastor.
Para pio XII la idea era muy clara: la Parroquia era la primera comunidad de vida cristiana, el centro de estabilidad, una institución estable. Es mucho más entonces que una cajita donde vengo a recibir sacramentos, es mucho más que eso. Un priorato, una Parroquia, una iglesia, es toda una institución inventada y querida por nuestro Señor mismo para que ahí, en las Parroquias, en los prioratos, Él pueda ejercer su autoridad, la cual, se la quitan en otros lados. Porque su poder de gobierno, el poder jerárquico, está para transmitir a nuestro Señor.
La Parroquia – dice pio XII – es la iglesia arraigada en el suelo de todos los países mediante sus instituciones permanentes y su experiencia. – Una frase muy hermosa – En torno a su campanario se suceden las generaciones una tras otra sin interrupción. Las familias que han sellado su unión ante el altar, no cesan de encontrar en ella el principio de su cohesión y su fortaleza.
¿Qué estamos diciendo? Al haber abandonado necesariamente, para salvar la fe, el vínculo hacia la propia Parroquia, si no se recupera por otro lado, se puede igualmente perder el fundamento de la firmeza y de la estabilidad en la mismísima práctica de la vida cristiana. En la Parroquia, en el priorato, los fieles reciben la enseñanza. Es el lugar del magisterio, del magisterio de nuestro Señor, porque es allí donde nuestro Señor está obrando. En el priorato son guiados hacia su fin que es el cielo, claro, pero porque esa institución actúa, el poder jerárquico es real, actúa el poder de nuestro Señor, está rigiendo nuestro Señor. En el priorato los fieles se santifican, cumplen los preceptos, porque en los prioratos está el poder de santificación dado por nuestro Señor.
Es necesario – sigue pio XII – llegar a la unión efectiva de todas las fuerzas militantes. La unón que tuvo la cristiandad, la unión de almas, se dio en el altar. Alrededor del altar. Es por eso que la sagrada escritura nos dice “ay del solo” las ovejas necesitan rebaño y las ovejas necesitan pastores. Es imprescindible. La desvinculación de la vida Parroquial resulta en daño de las almas, como lo vemos. Aunque se tenga la misa, es mucho más lo que se necesita. Se necesita la vinculación con esa institución. Es donde se concretiza mi pertenencia a la Iglesia.
San Pablo, que habla mucho de la Iglesia, habla de esa diversidad de dones que Dios da a cada uno y que deben ponerse al servicio de nuestro Señor:
No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales. Hay diversidad de dones pero el espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de operaciones pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros pero todos los miembros son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque el cuerpo no es un solo miembro sino muchos. Si dijera el pie, «porque no soy mano no soy del cuerpo», ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde estaría el oído? Si todo fuera oído ¿dónde estaría el olfato? Más ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo como Él quiso. Porque si todo fuera un solo miembro ¿Dónde estaría el cuerpo? Ni el ojo puede decir a la mano «no te necesito», ni tampoco la cabeza a los pies «no tengo necesidad de vosotros». Antes bien, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son los más necesarios. Los miembros todos se preocupan unos por los otros, de manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros pues sois cuerpo de cristo y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la Iglesia primeramente apóstoles, luego profetas, luego maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran.
Somos parte, queridos fieles, parte de la Fraternidad, parte de la Iglesia. Somos parte, miembros de un priorato y así como recibimos tantos bienes de esa conexión al cuerpo de Cristo, al Cuerpo Místico de nuestro Señor por el priorato, así también, tenemos esa obligación de retribuir con generosidad, de responder. No estoy hablando sólo de la ayuda económica, sino de dar nuestro tiempo en provecho del priorato, que no es otra cosa que el provecho de las almas. La institución del priorato gira en sus engranajes que son a la vez pequeñas instituciones que también tienen que girar. Son tantas. El coro por ejemplo, necesitamos voces, nos gusta tener ceremonias lindas y si uno se va a casar o si el hijo va a recibir la primera comunión, si él quiere que haya gregoriano o polifonía, claro, hay que venir a los ensayos y hay que comprometerse. Agrada la misa bien acolitada, por supuesto, pero para eso hay que levantarse quizás cinco minutos antes para traer a los niños y que vengan a los ensayos. Es tan tranquilizador saber que tenemos el catecismo y que en el catecismo se les va a dar la doctrina purísima, la de nuestro Señor, todos los sábados. Pero cómo haríamos los sacerdotes solos para dar la catequesis, el catecismo, si no hubiera catequistas generosos que dieran su tiempo. Las flores del altar, por ejemplo, hoy están muy bonitas, se nota la mano de las hermanas, es porque hay alguien que se ocupa cada sábado de hacer las flores. Y esas cosas que parecen tan insignificantes, como dice nuestro Señor “a veces las cosas más débiles son las más importantes”. Es tan necesaria la presencia del colegio, otra de las obras de las más grandes, por supuesto, de un priorato, de los engranajes; pero hace falta hacerla funcionar. Y lo mismo con las conferencias, los grupos, etc.
Gracias a Dios, queridos fieles, Mendoza es un priorato realmente muy completo. Tiene grupos de todo tipo, es muy lindo ver eso, cómo funciona. Es lindo ver en el priorato cuánta razón tiene la Iglesia, cuánta razón tuvo Monseñor Lefebvre. Ayer, sin ir más lejos, se veía ese espíritu del priorato en la preparación de esta fiesta, eso sumado a la presencia de nuestras religiosas, las hermanas de la Fraternidad que, entre paréntesis, es lo que nos falta. Tenemos todas las instituciones que hacen falta a un priorato salvo esa que está ahí, y las necesitamos. Esa presencia de religiosos, de religiosas es lo que sostiene, y hay que verlo así, todo el apostolado de los sacerdotes. El apostolado va de adentro hacia afuera. Es de la vida interior que avanza hacia la exterior. Por eso necesitamos que las hermanas nos sostengan no sólo con su colaboración, que es mucho lo que hacen, sino también con sus oraciones. Es impresionante ver cómo adelanta un priorato con presencia de religiosas.
Quiero aprovechar entonces, por un lado, para agradecer profundamente a todos los que se interesan y constantemente ayudan de una forma u otra al funcionamiento de esta institución del priorato y que aprovechan todos las actividades que se realizan. Por otro lado quiero también alentar a todos, sobre todo a los jóvenes. No basta con la misa. Y ¿por qué digo a los jóvenes? Porque a ellos se les dio todo ya hecho, y quizás al no tener que haber luchado como sus papás, como sus padres, para tener lo que tienen, no llegan a tomar el peso de lo que eso significa, sobre todo hoy en día, participar de la vida de nuestro Señor en un priorato. La Parroquia, el priorato, es la parte del cuerpo de cristo del cual somos miembros. No podemos desvincularnos. Por eso, que nuestra Señora de la Soledad, cuya fiesta estamos hoy solemnizando, que ella no permita, ella que si sufrió la soledad, no permita que suframos esa soledad en particular. La soledad de estar ajenos a la institución, a la vida de un priorato, de la Parroquia, que es la vida de la Iglesia.
Ave María Purísima.