Fotos: Domingo de Ramos en nuestro Distrito - 2019
Galería: Domingo de Ramos en Asunción del Paraguay y en Corrientes, Argentina
El segundo domingo de Pasión, más conocido como domingo "de Ramos", inaugura la Semana Santa con el ingreso de nuestro Señor a Jerusalén. Conozca el significado de tan hermosas ceremonias y cómo se vivieron en las iglesias de la FSSPX.
Bendición de los Ramos
La bendición de las palmas o de los ramos, como vulgarmente se dice, es el primer rito que se desarrolla ante nuestra vista; y podemos juzgar de su importancia por la solemnidad que la Iglesia despliega en su celebración.
Después del canto de la antífona Hosanna, estas ramas de árbol, objeto de la primera parte de la función, reciben con una sola oración, acompañada de la incensación y de la aspersión del agua bendita, una virtud que los eleva al orden sobrenatural y los hace a propósito para ayudar a la santificación de nuestras almas y a la protección de nuestros cuerpos y de nuestras casas. Los fieles deben tener con respeto estos ramos en sus manos durante la procesión y colocarlos con honor en sus casas, como un signo de su fe y una esperanza en la ayuda divina.
La procesión
El segundo rito de este día es la célebre procesión que sigue a la bendición de los ramos. Tiene por objeto representar la marcha del Salvador a Jerusalén y su entrada en esta ciudad; y, para que nada falte en la imitación del relato del Santo Evangelio, los Ramos que acaban de ser bendecidos son llevados por todos los que toman parte en esa procesión. Entre los judíos era una señal de regocijo llevar en la mano ramos de árboles; y la ley divina les autorizaba esta costumbre. Dios había dicho en el Levítico al establecer la festividad de los Tabernáculos:
El primer día tomaréis gajos de frutales hermosos, ramos de palmera, ramas de árboles frondosos, de sauces de la ribera, y os regocijaréis ante Yavé, vuestro Dios.1
Para testimoniar su entusiasmo por la llegada de Jesús ante los muros de la ciudad, los habitantes de Jerusalén, incluso los niños, recurrieron a esta gozosa demostración.
- 1Levítico 23, 40.
La entrada en la Iglesia
El fin de la procesión está acompañado de una ceremonia llena de un profundo simbolismo. Al momento de entrar en la iglesia, el cortejo se halla con las puertas cerradas. La marcha triunfal se detiene; pero los cantos de alegría no se suspenden. Un himno especial a Cristo Rey resuena a la puerta de la iglesia, con su alegre estribillo hasta que el subdiácono golpeando con el asta de la cruz las puertas, consigue que se abran, y el pueblo, precedido del clero, entra aclamando al único que es la Resurrección y la vida.
El fin de esta escena es rememorar la entrada del Salvador en otra Jerusalén, de la que la de la tierra no es sino figura. Esta Jerusalén es la patria celestial cuya entrada Jesucristo nos ha procurado. El pecado del primer hombre había cerrado sus puertas; pero Jesús, el Rey de la gloria, las abrió por la virtud de su Cruz, ante la cual no pudieron resistir.
Así es como la Iglesia en la procesión de los Ramos que no es otra cosa que la conmemoración de los acontecimientos de aquel día –el de la entrada triunfal de nuestro Señor en Jerusalén antes de su Pasión– eleva nuestra mente al misterio de la Ascensión por el que se pone fin, en el cielo, a la misión del Hijo de Dios en la tierra. Pero ¡ay! los días intermedios entre ambos triunfos no son todos días de alegría, y antes que termine la procesión, la Iglesia, que se ha levantado unos momentos de su tristeza, vuelve a gemir continuamente.
Texto tomado del segundo tomo del libro “El año litúrgico” de Dom Prósper Gueranger.