Fotos: Jueves Santo: la misa de la Cena del Señor - 2019
Galería: Las ceremonias en Mendoza, Argentina
El primer día del Triduo Sacro se celebró con mucha solemnidad en todas las capillas de nuestra congregación. Conozca el significado de cada ceremonia del Jueves Santo y acceda a las galerías de fotos y videos.
La Cena
Proponiéndose hoy la Santa Iglesia renovar con una solemnidad especial, la acción del Salvador en la última Cena, según el precepto dado a los Apóstoles: Haced esto en memoria mía, vamos a tomar el relato evangélico que hemos interrumpido en el momento en que Jesús entraba en la sala del festín pascual.
La Pascua Judía
Ha llegado de Betania; todos los Apóstoles están presentes, aun el mismo Judas, que guarda su secreto. Jesús toma asiento a la mesa sobre la que está el cordero preparado; los discípulos se sientan con El; se observan fielmente los ritos que el Señor prescribió a Moisés siguiese su pueblo. Al principio de la cena, Jesús toma la palabra y dice a sus Apóstoles: Ardientemente he deseado comer con vosotros esta Pascua antes de mi pasión. Hablaba de este modo, no porque esta Pascua llevase ventaja a las de los años anteriores, sino porque tendría ocasión de instituir la Pascua nueva que amorosamente había preparado a los hombres; pues:
Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, dice San Juan, los amó hasta el fin.1
Los Apóstoles no esperaban que una nueva comida sucedería a la primera. Jesús había guardado secreto; pero, teniendo que sufrir, debía cumplir su promesa. Había dicho en la Sinagoga de Cafarnaúm:
Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno comiere de este pan vivirá eternamente. El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. Mi carne es verdaderamente comida y mi sangre verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive en mí y yo en él.2
Había llegado el momento, en que el Salvador iba a realizar esta maravilla de su caridad para con nosotros. Esperaba la hora de su inmolación para cumplir su promesa. Mas he aquí que su pasión ha comenzado. Ya ha sido vendido a sus enemigos; su vida en adelante estará en sus manos; puede ofrecerse en sacrificio y distribuir a sus discípulos la propia carne y la propia sangre de la víctima.
El “mandatum novum” (lavatorio de los pies)
La cena acababa, cuando Jesús levantándose, ante la extrañeza de los Apóstoles, se despoja de sus vestidos exteriores, toma una toalla, se la ciñe como un siervo, echa agua en el lebrillo y da a entender que se propone lavar los pies a los convidados.
El uso oriental era que se lavasen los pies antes de tomar parte en el festín; pero el más alto grado de hospitalidad era, cuando el señor de la casa cumplía él mismo este cuidado con sus huéspedes. Jesús, es quien invita en este momento a sus Apóstoles a la divina cena y se digna hacer con ellos como el huésped más diligente; pero como sus acciones encierran siempre un fondo inagotable de enseñanzas, quiere, por lo mismo, darnos un aviso sobre la pureza que se requiere en los que han de sentarse a la mesa: El que está limpio ya, dice, no necesita lavarse más que los pies;1 como si dijera: tal es la santidad de esta mesa, que para aproximarse a ella no sólo es necesario que el alma esté limpia de sus más graves manchas; sino que debe tratar de borrar las más leves, que por el contacto con el mundo hemos podido contraer y que son como ligero polvo que se pega a los pies.
Institución del Sacerdocio
En el Cenáculo, así como ha habido más de una comida, así también ha habido algo más que un Sacrificio, por divina que haya sido la víctima ofrecida por el Soberano Pontífice. Ha habido la institución de un nuevo Sacerdocio. ¿Cómo habría dicho Jesús a los hombres: Si no coméis mi carne y bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros, si no se hubiese propuesto establecer en la tierra un ministerio por el cual se renovase, hasta el fin de los tiempos, lo que acaba de hacer en presencia de sus discípulos? Mas dice a los hombres que ha escogido: Haced esto en memoria mía. Les da por estas palabras el poder de cambiar también ellos el pan en su cuerpo y el vino en su sangre; y este poder se transmitirá en la Iglesia por la ordenación, hasta el fin de los siglos.
Los monumentos
Aun cuando la Iglesia suspende por algunas horas la celebración del Sacrificio eterno, no quiere con eso que su divino Esposo pierda ninguno de los honores que le son debidos en el Sacramento del Amor. La piedad católica ha hallado medio para transformar en un triunfo para la Eucaristía los instantes, en los que la Hostia Santa parece como inaccesible a nuestra indignidad. Prepara un monumento en cada templo. Allí traslada el cuerpo del Señor; y aunque esté cubierto de velos los fieles le asediarán con sus aspiraciones y adoraciones. Vendrán a honrar el reposo del Hombre-Dios;
Sonde estuviere el cuerpo allí se congregarán las águilas.2
De todas las partes del mundo se elevarán a Jesús un concierto de vivas y afectuosas oraciones, en compensación de los ultrajes que recibió en estas mismas horas de parte de los judíos. Allí se reunirán las almas fervientes, donde ya mora Jesús, y los pecadores arrepentidos por la gracia y en vías de reconciliación.
Texto tomado del segundo tomo del libro “El año litúrgico” de Dom Prósper Gueranger.